Keshwa Chaca, el último puente inca

Hace quinientos años, cuando los incas fueron expandiendo su imperio sobre las tierras altas de los Andes, desarrollaron una increíble red de carreteras para mover sus ejércitos, personas y mercancías de una manera rápida y eficiente sobre las montañas.

Sin embargo, el paisaje era traicionero y comprendía todo tipo de cumbres y profundos valles, lo que significaba que necesitaban puentes en gran cantidad.

Los puentes formaron una parte integral de la increíble red vial inca que se extiendió por más de 40.000 kilómetros desde el actual Ecuador hasta Argentina. Dependiendo de la disponibilidad de elementos, los puentes se creaban con una gran variedad de materiales, desde troncos de madera o piedras, hasta cañas flotantes y pastos altos que crecían en los Andes.

Estos puentes tenían una vida corta y necesitaban ser reemplazados cada poco tiempo.

Después de que el último de los incas desapareciese a principios del siglo XVII, también lo hicieron casi todos estos puentes. Únicamente ha sobrevivido uno, gracias al esfuerzo de los pobladores locales que lo reconstruyen cada año con la misma técnica utilizada por sus antepasados incas.

El último puente inca que queda de cuerda es el Keshwa Chaca, atravesando el río Apurimac, cerca de Huinchiri (Perú), en la provincia de Canas. El puente tiene una longitud de 45 metros y cuelga a una altura de más de 30 metros.

Keshwa Chaca consta de cinco cuerdas paralelas construidas con cabuya (o maguey). La pasarela está hecha de pequeños palos y bastones fijados transversalmente con cuerdas.

En la antigüedad, los indios procedentes de Andahuaylas y otros distritos, tuvieron que pagar peajes para utilizar el puente.

Hoy en día, los habitantes de la región mantienen la antigua tradición y dan vida al puente con una renovación anual que se lleva a cabo cada mes de junio.






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