Mandalas de arena, arte tibetano

Los mandalas son símbolos espirituales y rituales en el hinduismo y el budismo, que representan el universo. "Mandala" es una palabra sánscrita antigua que significa "círculo", y es que los mandalas son principalmente reconocibles por sus círculos concéntricos y otras figuras geométricas.

En su forma más básica, un mandala es un cuadrado que contiene un círculo con varios círculos concéntricos o cuadrados más pequeños dentro. El mandala está decorado con iconografía tradicional, la cual incluye formas geométricas y una multitud de símbolos espirituales antiguos.

En el budismo tibetano, los mandalas se crean con arena de colores, una práctica conocida como "dul-tson-kyil-Khor", que significa literalmente "mandala de polvos de colores". Históricamente, el mandala de arena no fue creado con arena teñida natural, sino con fragmentos de piedra triturada de color. Esto a veces incluía piedras preciosas y semipreciosas.

Los lapislázuli se utilizaban para los azules, los rubíes para los rojos, y así sucesivamente... En los tiempos modernos, las piedras blancas se muelen y se tiñen con tintas para lograr el mismo efecto.

La creación de un mandala comienza con una ceremonia de apertura, en la que los monjes recitan mantras y tocan flautas, tambores y platillos. A continuación, se ponen manos a la obra. En primer lugar, se miden cuidadosamente y dibujan los contornos del mandala en una superficie plana con tiza o lápiz.

Una vez que se dibuja el plano de planta, millones de granos de arena de colores se colocan cuidadosamente encima.

Los gránulos de arena se vierten en la plataforma del mandala con un embudo de metal estrecho llamado "chak-pur", que se raspa con una barra de metal para causar una vibración suficiente para que los granos de arena lleguen al extremo del artilugio. Tradicionalmente, cuatro monjes trabajan juntos en un sola mandala. Cada monje tiene asignado un cuadrante del mismo.

Con enorme cantidad de paciencia, estos monjes van colocando las partículas de arena desde el centro hacia fuera. Algunos mandalas pueden tomar varias semanas hasta su finalización, debido a la gran cantidad de detalles intrincados que contienen.

A pesar de la enorme cantidad de trabajo duro y tiempo necesario para construir los mandalas, tienen una vida muy corta.

Poco después de su finalización, los monjes destruyen deliberadamente los mandalas para simbolizar que nada dura para siempre. La arena se barre y se recoge en un frasco, para posteriormente ser envuelta en seda y transportada a un río donde se libera de nuevo en la naturaleza.






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