Las minas de oro de Serra Pelada

A principios de la década de 1980, el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado viajó a las minas de Serra Pelada, unos 430 kilómetros al sur de la desembocadura del río Amazonas, donde una fiebre del oro notoria iba en progreso. Unos años antes, un niño había encontrado una pepita de 6 gramos de oro en las orillas de un río local, lo que provocó una de las mayores carreras por el oro en la historia moderna.

Motivados por el sueño de hacerse ricos rápidamente, decenas de miles de mineros descendieron al lugar como si de un hormiguero se tratase. Salgado tomó algunas de las imágenes más inquietantes de los trabajadores en aquellos momentos, poniendo de relieve las peligrosas condiciones en las que trabajaban y la locura y el caos de la operación.

Una de las fotografías de más vértigo mostraba a cientos de trabajadores descendiendo por altas escaleras, como si fuese un descenso a un agujero infernal.

Durante su apogeo, la mina Serra Pelada empleó a unos 100.000 excavadores (o garimpeiros) en condiciones deplorables, donde la violencia, la muerte y la prostitución estaban a la orden del día.

Los excavadores descendían a una fosa abierta, llenaban sacos, cada uno de entre 30 y 60 kilogramos, y luego llevaban estos sacos hasta unos 400 metros de distancia a través de cuerdas y escaleras de madera, hasta la cima de la mina.

En promedio, a los trabajadores se les pagaba 20 centavos por cada viaje que hacían con sacos, con una bonificación si se descubría oro dentro. Miles de niñas menores de edad vendían sus cuerpos por unos copos de oro, mientras que alrededor de 60-80 asesinatos sin resolver ocurrieron en un pueblo cercano, en el que vivían los trabajadores.

Tres meses después del descubrimiento del oro, los militares brasileños se hicieron cargo de las operaciones para evitar la explotación de los trabajadores y el conflicto entre los mineros y propietarios.

El gobierno accedió a comprar todo el oro de los garimpeiros. Oficialmente, el gobierno se hizo con 45 toneladas de oro. Los estudios geológicos estiman que todavía podría haber entre 20 y 50 toneladas de oro enterradas bajo el lago fangoso en el que se convirtió Serra Pelada.

En 2012, después de haber permanecido prácticamente inalterada durante los últimos 20 años, a una empresa cooperativa brasileña se le concedió una licencia de explotación de la propiedad.


Imágenes de Sebastião Salgado y Rudi Böhm






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