Estación de tren abandonada de Canfranc

Asentada en las estribaciones de las montañas de los Pirineos en el lado español de la frontera franco-española, se encuentra una inmensa estación de ferrocarril. Construida de hierro y vidrio, este edificio art nouveau se extiende por un cuarto de kilómetro de largo y su fachada está decorada con más de trescientas ventanas.

Dentro del edificio llegó a existir un lujoso hotel, una enfermería, un restaurante y habitaciones para los oficiales de aduanas. Aparte de la plataforma y el edificio principal, había un gran depósito de locomotoras, dos cobertizos para el transbordo de mercancías entre los trenes franceses y españoles, varias otras dependencias y un amplio trazado de pistas. La estación fue apodada el "Titanic de las Montañas".

La Estación Internacional de Ferrocarriles de Canfranc formaba parte de un plan más amplio para abrir la frontera entre España y Francia con el fin de permitir más comercio internacional y viajes. El ambicioso proyecto implicó docenas de puentes y una serie de túneles perforados a través de las montañas. El sueño finalmente se hizo realidad en 1928, cuando el rey español Alfonso XIII y el presidente francés Gaston Doumergue inauguraron la estación de tren recién construida, la segunda más grande de Europa.

Desafortunadamente, la línea ferroviaria nunca fue rentable. Inmediatamente después de que se abriese la línea, Europa se sumió en una crisis económica y las cosas empeoraron cuando Franco ordenó sellar los túneles durante la guerra civil española de 1936 para evitar el contrabando de armas por parte de los opositores republicanos.

El mayor defecto del enlace ferroviario fue que los medidores utilizados por ambos países eran incompatibles entre sí. El ancho estándar ferroviario francés era de 1435 milímetros, mientras que el ancho de vía español era de 1672 milímetros. Esto significaba que cuando los pasajeros llegaban a la estación desde un país, tenían que cambiar de tren para continuar su viaje. Del mismo modo, los bienes y la carga tenían que ser descargadas y cargadas en otro tren. El proceso era insoportablemente lento.

Después del final de la Segunda Guerra Mundial, los franceses perdieron interés en la línea y permitieron que se deteriorara. Cuando un tren descarriló en el lado francés en 1970, las autoridades lo vieron como un buen pretexto para cerrar la línea para siempre.

En 1985, el abandono y la ubicación remota de la estación abrieron una nueva oportunidad, tal vez la mejor para la antigua estación de tren. Con abundante espacio debajo de la tierra, los físicos españoles abrieron el Laboratorio de Astropartículas Subterráneas de Canfranc, con una entrada debajo de la estación y una instalación de laboratorios móviles en los antiguos túneles ferroviarios.

Desde los últimos años, las cosas han estado en movimiento nuevamente. Hace algunos años, el gobierno de Aragón compró el lugar y prometió transformar el edificio en un hotel. El plan es construir otra estación al lado y relanzar el servicio ferroviario a través de los siempre bellos Pirineos. Ya hay dos trenes que llevan turistas y exploradores urbanos de Zaragoza a Canfranc todos los días. El gobierno regional francés con sede en Burdeos también está ansioso por reabrir la línea de su lado.






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