Sivriada y la masacre de perros de 1910

Estambul tiene muchas vistas fascinantes, desde grandes mezquitas hasta bulliciosos bazares. Pero una cosa que ha capturado de manera más constante la imaginación de los viajeros extranjeros a la ciudad han sido sus perros callejeros.

"Los perros duermen en las calles, por toda la ciudad", escribió Mark Twain en 1867. "No se moverían ni aunque pasase el mismísimo Sultán".

Alphonse de Lamartine, en 1833, explicó cómo la ciudad se preocupaba por su población canina:

Los turcos viven en paz con toda la creación animada e inanimada: árboles, pájaros o perros; respetan todo lo que Dios ha creado.

Extienden su humanidad a esos animales que son abandonados o perseguidos entre nosotros. En todas las calles hay vasijas llenas de agua para los perros.

Por su parte, la autora Julia Pardoe mencionó "pequeñas chozas de paja construidas a lo largo de las calles para el alojamiento y la comodidad de los perros sin hogar que pululan por todas las avenidas de la ciudad". Julia escribió:

Allí yacían, acurrucados cómodamente, demasiado helados como para recibirnos con el coro de ladridos que suelen otorgar a los viajeros [...]. Además de este refugio, los habitantes dispensan comida todos los días a los animales vagabundos, quienes, al no tener dueños específicos, son, para usar la fraseología aprobada del gentil pedido de limosna, "totalmente dependientes de la caridad para su supervivencia".

Exilio canino


perros playa
Perros callejeros en las playas de Estambul.

Durante los cuatro siglos de dominio otomano desde la conquista de Constantinopla hasta la era Tanzimat, los perros de Estambul disfrutaron de un período de coexistencia pacífica con los humanos. Luego vino un período de "modernización", en el que los perros comenzaron a asociarse con la pobreza y el descuido.

En un esfuerzo por modernizar la ciudad, el sultán Mahmut II ordenó que todos los perros callejeros fueran exiliados a varias islas en el mar de Mármara. Esto continuó ininterrumpidamente hasta la gran descaninización de 1910, cuando el alcalde de Estambul, con puño de hierro, ordenó al municipio reunir a todos los perros callejeros y exiliarlos a la árida isla de Sivriada, donde seguramente morirían de hambre y sed.

isla Sivriada
Imagen satelital de la isla Sivriada, a la que fueron trasladados los perros.

La gente de Estambul se opuso con vehemencia a esta carnicería. Rescataron tantos perros como pudieron y los escondieron en sus casas y barracones.

Campos de exterminio para perros


El director del Instituto Pasteur de Estambul, incluso sugirió la creación de campos de exterminio. Llegó a decir:

Con su piel, pelo, huesos, grasa, músculos, sustancias generalmente albuminosas e incluso intestinos, el valor de un perro callejero oscila entre 3 y 4 francos. Hay 60.000 a 80.000 perros en Estambul, cuyo valor total asciende de 200 a 300.000 francos.

¿No es posible llamar a licitación para eliminar a los perros y establecer mataderos fuera de la ciudad para procesar la piel, la carne y la grasa con fines económicos?

Estos mataderos podrían incluir salas herméticas conectadas a una cámara de gas y una sala de despiece para preparar compartimentos de fabricación selectiva para piel, grasa, huesos y demás, todo para extraer de los cadáveres caninos.

Los animales podrían ser capturados en secreto durante la noche y ser trasladados en carruajes enjaulados similares a los de Europa. Si se establecen diez mataderos, cada uno podría procesar cien perros al día.

En dos meses se podría realizar la descaninización o limpieza del perro, cuyas ganancias se pueden destinar a las obras de caridad de la ciudad.

Los trabajadores del municipio capturaron 80.000 perros y los enviaron a Sivriada, de donde no volverían jamás. En aquellos tiempos la isla era sólida como una roca, sin árboles, vegetación, agua ni comida. Los relatos locales describen cómo se escucharon los aullidos de los perros durante días y semanas, lo que mantuvo despiertos a los residentes de la ciudad.

No sobrevivió ni un solo perro.

Algunos se ahogaron al intentar escapar. Otros fueron asesinados para comer. Pero la mayoría de ellos murieron de hambre.

El novelista francés Pierre Loti escribió:

El proceso de eliminación de perros no avanzó bien; las personas que se sentaron a mi lado por la mañana dijeron que ningún turco quería emprender esta tarea degradante que traería mala suerte a la Media Luna Otomana; se reclutaron vagabundos para su ejecución.

Estos hombres capturaron a los perros con grandes correas de hierro; agarraban a sus pobres víctimas del cuello, de las patas o de la cola, arrojándolas una encima de otra a los caiques que las llevarían a Sivriada. Gritos, llantos y discusiones acaloradas se escucharon en toda Estambul durante días.

Los turcos estaban furiosos. ¡Pobres perros! La gente escondió tantos como pudo en sus hogares.

Después de este desagradable proceso, el alcalde proclamó con orgullo: "Después de la declaración de la Constitución, envié a todos los perros de Estambul a Sivriada. Sin embargo, más tarde descubrí 30.000 más en la ciudad. Los destruí gradualmente también".

Consecuencias de la masacre


La masacre de los perros callejeros de la ciudad dejó una cicatriz en la psique de los habitantes de Estambul. La gente temía que Dios causara estragos en la ciudad a cambio de su crueldad, y la mayoría de los residentes culparon a la masacre de los perros de los tiempos turbulentos posteriores a 1910, incluida la derrota del Imperio Otomano en las Guerras Balcánicas y la Primera Guerra Mundial.

Casi un siglo después, los activistas por los derechos de los animales de la organización Animal Party levantaron un monumento de piedra que dice "En memoria de las decenas de miles de perros que murieron en esta isla en 1910".

Bünyamin Salman, representante de Animal Party, dijo:

"Algunas personas entre nosotros perpetraron esta crueldad que no queríamos, que no nos gusta y que nunca hemos aceptado.

Hemos decidido erigir un monumento para expresar nuestra vergüenza por esta violencia en nuestra historia, para anunciar que la rechazamos y para asegurarnos de que tal masacre no vuelva a ocurrir".

Sin embargo, agregó:

"Desafortunadamente, hoy en día, algunos municipios recolectan perros y los arrojan en áreas boscosas, lejos de la ciudad, donde no podrán encontrar comida. Creemos que esto no es diferente de la masacre de Sivriada que se cometió en el pasado".

monumento perros
Monumento en la isla Sivriada en recuerdo de los perros que murieron en la masacre de 1910.

Hoy en día, la isla de Sivriada, ubicada a unos 15 kilómetros de Estambul en el mar de Mármara, recibe el sobrenombre de Hayırsızada ("la isla desfavorable").






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