Localmente conocido como Glow Worm Tunnel (túnel de los gusanos luminosos), este túnel ferroviario abandonado se encuentra a día de hoy lleno de insectos bioluminiscentes.
Unas vías de ferrocarril ahogadas conducen a un pasadizo abandonado casi perdido a través de una cascada en frondosas zonas verdes. Una vez dentro, un encantador resplandor azul ilumina el oscuro y húmedo túnel.
Oficialmente llamado «Metropolitan Tunnel» (Túnel Metropolitano), este pasaje subterráneo de Helensburgh, en Australia, fue construido en la década de 1880. Su uso fue de corta duración, ya que se cerró en 1915 después de años acumulando hollín y humo, lo que hizo del lugar algo peligroso para los pasajeros de los trenes.
Una vez cerrado, uno de los extremos del túnel fue sellado para que pudiera convertirse en un depósito. La entrada norte, por su parte, también quedó bloqueada durante años debido a la gran acumulación de escombros en el exterior. Así, prácticamente todo el túnel quedo escondido detrás de un espeso velo de exuberante flora.
No fue hasta 1995 cuando la entrada taponada por escombros se limpió. También se realizaron trabajos para limpiar el interior del túnel, ya que todo el pasadizo estaba lleno de agua estancada.
Sin embargo, desde que el túnel permaneció con sus dos entradas cerradas hasta que se limpió una de ellas, no fue completamente abandonado. Una colonia de gusanos luminosos (unos de los más grandes de todo Nueva Gales del Sur) se mudó al interior de Metropolitan Tunnel y construyó su hogar en el techo. Ahora, los insectos iluminan el aire viciado y oscuro como si de una constelación de estrellas azules y verdes se tratase.
El túnel todavía se inunda con bastante frecuencia. En los días en que el nivel del agua es particularmente alto, los curiosos que se atreven a entrar lo hacen atravesando una pequeña cascada que cae sobre la única entrada abierta. Incluso, tras épocas de fuertes lluvias, hay quienes entran al túnel con flotadores y canoas inflables. Posteriormente, reman en las profundidades de la oscuridad hasta que alcanzan los puntos donde el techo se vuelve cada vez más y más brillante gracias a los insectos bioluminiscentes.